El 23 de noviembre de 1959 hizo realidad con el ejemplo
su primer llamado a realizar jornadas de trabajo voluntario.
La historia recoge ese hecho en la construcción de
la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, en el Caney
de las Mercedes, lugar localizado en el corazón de
la Sierra Maestra.
Aquel sábado, junto a un numeroso grupo de seguidores,
el legendario Comandante participó en ardua jornada
que se extendió varias horas. En lo sucesivo, a pesar
de sus responsabilidades en la dirección del país,
cada sábado era frecuente verlo enfrascado en las
diversas tareas de un constructor.
Con la modestia que le acompañaba fue uno de los
asistentes el 26 de julio de 1960 al acto inaugural de aquella
Ciudad Escolar donde tanto sudor derramó en silencio.
Los cubanos de la época guardan muchas anécdotas
surgidas en las acostumbradas jornadas de trabajo voluntario
que el Che realizaba no solo en labores constructivas, sino
también como cortador de caña en las zafras
azucareras; operario en una fábrica de la gramínea
que constituía el primer renglón de la economía
del país o acudir con sus compañeros del Ministerio
de Industrias a cualquier centro fabril de la capital.
Fueron muchas las fábricas inauguradas por él
en varias provincias y en la mayor parte de ellas se entregó
de lleno al trabajo voluntario.
Cuentan quienes compartían con el Che aquellas jornadas
que no toleraba la más mínima desorganización
o el formalismo. Cuando asistía un domingo a trabajar
en alguna fábrica o granja y detectaba esos problemas,
entonces de inmediato establecía serias discusiones
con los responsables.
El legado del trabajo voluntario mantiene toda vigencia
en la Isla. Cumplirlo deviene homenaje a quien sembró
la idea apenas once meses después del triunfo de
la Revolución en Cuba.
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